La infancia. Si uno no la vivió bien vivida, probablemente, va a tener problemas más adelante. Ahí ocurren nuestros deseos, ganas, sueños y hasta pasiones. Todo nos parece muy lindo. Despertar, comer, jugar, comer, estudiar, jugar, jugar, (pelear para no comer y no ducharse), ver la tele, jugar y dormir (que hacer...) Sin embargo, hay que escuchar unos 'no'. Sí, estos 'no' vienen de unos 'insensibles', unos 'monstruos': nuestros padres. La zapatilla que huele a chicle, el video juego de '8 bites', jugar en la lluvia, comer dulces antes del almuerzo: ¡no, no, no y no! Y ahí viene el lloro. El mayor lloro del mundo, casi murimos de tanto llorar. Ya no aguantamos más nuestro propio lloro. Qué hacer. Y si depués de todo eso ganábamos un caramelo, un helado, un cariño... ¡listo! Los monstruos insensibles no eran tan malos así. Mientras descubrimos que ni todo que deseamos podemos tener, descubrimos también e valor de las pequeñas cosas, de los pequeño